Cienojetes ha tenido acceso esta semana a otra primicia. Óscar Molina nos ha confesado que ya tiene casi afinado su nuevo proyecto artístico conceptual. En su afán de rizar el rizo, el fotógrafo madrileño lanzará al mundo una iniciativa absolutamente colosal: “3.345 tormentas”.
Molina dejará constancia una vez más del singular modo que tiene de concebir sus proyectos fotográficos, contando con la colaboración del público como elemento indispensable y consustancial a su creación. Este hombre sabe lo que se hace. Si la obra funciona bien siempre puede argumentar que ha sabido articular una energía creativa colectiva. Si los críticos le dan caña entonces puede decir que él se limita trabajar con la materia prima que le proporciona la masa. ¡Las tiene todas pensadas!
De todas formas, para entender lo que se trae entre manos procede que os haga un breve resumen de una parte de su trayectoria artística. A ver si me sale, porque muchas cosas las entiendo así, así.
En la década de los noventa, cuando estaba empezando en eso de la fotografía de autor, lanzó el proyecto “Caja de acuarelas“. Un día se topó con un objeto de su infancia, una vieja caja de acuarelas de 80 colores, y decidió llevar a cabo 80 fotografías, una de cada uno de los colores de la caja. Hemos de disculpar que el por entonces inexperto fotógrafo no tuviera controlada la gestión de color (película, tintas, papeles, etc.) y decidiera hacer las fotos en blanco y negro. Normal, se hubiera notado mucho que los colores no coincidían con lo descrito. Vamos a dejárselo pasar, que el hombre estaba empezando en esto. El color ya se lo ponéis vosotros, dice habitualmente el autor, mientras los daltónicos le miran algo confusos. Yo, humildemente, le voy a sugerir al autor que cree una nueva variación de este proyecto, ahora ya en color. Un fotolibro para que los niños aprendan los colores en inglés, aprovechando el tirón del bilingüismo.
Sin embargo, hay dos cosas por las que Óscar Molina es principalmente conocido en el mundillo de la foto. La primera de ella es por organizar unos saraos tremendos cada verano en el Cabo de Gata, invitando a artistas muy trascendentales del panorama nacional e internacional a dar unos cursos por los que la gente paga a ojos cerrados. Algunos de los asistentes dicen que les interesa la temática y poder desarrollar sus proyectos personales, pero la mayoría de la gente va a lo que va. Playa, sol, sensibilidad artística, solteros, almas solitarias… vamos, que no veas como sube la temperatura cuando los cuartos traseros se quedan a oscuras.
El segundo aspecto por el que se le conoce es consecuencia de lo anterior: se dio cuenta de que los alumnos de los talleres dejaban los carretes de película sin revelar en cuanto la lujuria se apoderaba de ellos. Al principio se dedicó a revelarlos y positivarlos pensando que, con suerte, alguno de aquellos alumnos llegaría a ser algo en el panorama fotográfico y dispondría de obras que se revalorizarían. Sin embargo, pronto comprobó que aquellas fotos no valían ni para el Ikea y fue entonces como ingenió un plan maestro llamado “Photolatente“. Sí, amigos. Photolatente son papeles fotográficos impresionados sin revelar (vamos, para entendernos, un papel en blanco) pero que contienen una imagen “latente” que cualquiera puede hacer visible. ¡Lo que hace uno para ahorrarse el líquido revelador y el fijador! Yo mismo me compré hace tiempo un sobre Photolatente de esos, con la esperanza de que apareciera una escena explícita de una tórrida tarde almeriense. Lo que pasa es que me da cosa revelarlo por si me sale la dichosa foto nocturna del arbusto quemado por el flash y me corta el rollo, así que aún la tengo en blanco y de vez en cuando fantaseo.
Pues bien amigos, Molina nos ha confesado que después de un tiempo de cierta inactividad andaba dándole vueltas a cuál debería ser su nuevo proyecto artístico. Reconoce que al principio le vino a la mente fotografiar uno por uno 1.553 ammonites que había en Francia, pero descartó la idea de inmediato por descabellada. ¡Ni a un paleontólogo se le ocurriría hacer algo así! Quería aunar en un mismo proyecto gran cantidad de imágenes, el misterio de Photolatente y una temática de la que todo el mundo quiera hablar. El propio fotógrafo nos confesaba emocionado que fue en un ascensor como se le apareció la musa. Coincidió con una anciana y ésta le comentó que hacía mucho frío para la época del año en la que estaban y que no paraba de llover. Aquello fue revelador (líquido que también se ahorró en “Silencio abierto“, por cierto). Molina pensó: “¡A todo el mundo le gusta hablar del tiempo!”. Y así fue como se le ocurrió su nuevo proyecto cuyo título completo es “3.345 tormentas: cedo la iniciativa a los telespectadores y esto es lo que me mandan“.
El fotógrafo madrileño se ha puesto en contacto ya con todos los programas de predicción meteorológica que se emiten en televisión. Les ha pedido tener acceso a todas las fotos de tormentas que los espectadores envían de forma desinteresada con el fin de ver su nombre en pantalla (“¡Mira cari, he salido en Telecinco!”). Que si un rayo en un campo de Palencia, que si unos cumulonimbos en Astorga. Todo vale con el fin de llegar a las 3.345 fotografías. Una vez recopiladas las fotos el siguiente paso consistirá en crear 3.345 archivos .zip autoejecutables que el autor pondrá a disposición del público para que puedan descargárselos. Una vez descargado el archivo el receptor tiene dos posibilidades: puede quedarse con el archivo comprimido, sin abrirlo, por miedo a lo que pueda haber ahí; o bien puede ejecutar el archivo, lo que implicará automáticamente que la foto allí contenida se comparta mediante Facebook y se convierta en el fondo de escritorio de tu ordenador durante los próximos 5 años (irrevocablemente). Sin duda estamos ante un proyecto auténticamente terrorífico que pone a prueba los límites fotográficos de la razón.
Molina está tan ilusionado con el proyecto que ya le va dando vueltas a cuáles pueden ser las posibles variaciones. Nos ha adelantado que la variación II serán 3.345 atardeceres y que la III posiblemente sea una proyección audiovisual de 4 horas con banda sonora de La Oreja de Van Gogh.
Así que ya sabéis. Si en los próximos días veis el siguiente mensaje en los programas meteorológicos es que el proyecto ha comenzado:
¿Qué fotografiar?
Tormentas
¿Cómo?
En blanco y negro, que sigo sin saber de gestión de color
¿Para qué?
Para pagarme el viaje a Islandia, que aún no he ido.
