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La revelación fotográfica 

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Estimados fotógrafos, si estáis buscando tema para vuestro próximo trabajo os diremos que estáis procediendo de modo equivocado. El tema surge después, cuando las fotos ya están hechas. Quizá vosotros no tengáis el don de la revelación fotográfica.

Hubo un tiempo en que la revelación era una cuestión química, de laboratorio. Uno hacía fotos y hasta que no pasaban por los líquidos pertinentes la imagen no se revelaba, no se mostraba. Pero todo eso cambió, ahora la imagen está en la pantalla incluso antes de hacer la foto. Quizá por eso los fotógrafos contemporáneos, tan sensibles, tan abrumados por la inmediata plasmación digital de su capacidad creativa, se ven incapaces de dotar de significado a su obra hasta que no pasa un tiempo. Antes lo latente era la imagen, ahora es el concepto.

Como llevamos un tiempo observando a los artistas os vamos a contar cuál parece ser la forma de proceder. Primero hay que mirar el tipo de fotografías que están haciendo los que parten el bacalao en esto de la foto artística (realmente no les da ni para una lata de atún), hay que empaparse del lenguaje y de los motivos. Una vez que eso está claro se procede a fotografiar de forma similar, buscando imágenes lo más polisémicas posibles, y así comienza el proceso de acumulación. De vez en cuando hay que publicar alguna de ellas en Internet, sin dar muchas explicaciones, para que todo el mundo vea que estás trabajando en algo nuevo y te aclamen (siempre me ha surgido la duda de si los albañiles suben a Internet fotos del muro que acaban de levantar para que todo el mundo les felicite por estar haciendo su trabajo). Luego se dejan reposar las fotos y se descansa, porque uno está agotado de tanto derroche de energía creadora.

“Aquí, en pleno proceso creativo…”

Hasta que llega el día. Quizá apremiados por la convocatoria de un nueva convocatoria de maquetas, un visionado o, más probablemente, porque hace mucho tiempo que no se habla de ellos, llega el momento de la revelación. Se cogen las fotos, se imprimen si hacen falta, hay que tratarlas como si fueran cartas del tarot, barajarlas incluso, porque el azar cuenta mucho en esta vida. Algunas incluso quizá queden del revés, puede ser una señal de cara al diseño del proximo potolibro. Como ingrediente final, se pone de fondo un audiolibro de Rilke y ahí está, todo cobra sentido para el autor. De pronto la edición, la selección de fotografías y el hilo argumental está clarísimo. El artista estará plenamente convencido de que se ha manifestado la musa cuanto más difícil parezca que cualquier otro ser humano vaya a encontrar significado en tamaña incongruencia. Normal, con el trabajo que le ha costado entender su obra no va a llegar otro en un momento y a comprenderla en todo su esplendor e inmensidad.

Vamos a ilustrar este tipo de proyectos con ejemplos concretos. Para ello nos valemos del concurso Nexofoto, una auténtica mina en la que se encuentran tesoros de todo tipo. Pocas veces se encuentra en una sola Web tanto material susceptible de convertirse en artículo, no sabe uno por dónde tirar.

Imagina que te pasa como a Juan Ignacio Rouyet, que vas al Vaticano y te queda movida la típica foto de la escalera. No pasa nada, tú la guardas junto a otras y al final dices que el proyecto es “Un mundo difuminado por las máquinas“. Pones en el statement cosas como que “El ayer queda engullido por la trepidación de un ojo que no para. Nuestra identidad queda borrosa, quizá no somos nadie.” y ya está listo el tema.

Foto de Juan Ignacio Rouyet

Pero no hace falta irse hasta el Vaticano para buscar imágenes que luego se revelen como algo de ente superior, puedes quedarte en Almería y hacer fotos al mar de plástico de los invernaderos. Que se lo digan a José Antonio Muñoz Almécija, quien en un alarde de polisemia ha hecho un juego de palabras para hablar de su obra, titulada “Primavera eterna“, cuando dice que “Cuando se viaja o pasea por estas ‘tierras’ lo que se percibe son interiores desde el exterior y exteriores con una plasticidad difícil de encontrar en otros lugares“. La plasticidad del plástico, un concepto que no se puede dejar escapar. Es un firme candidato para llevarse el premio de Nexofoto, porque además lo de los invernaderos está poco visto.

Foto de José Antonio Muñoz Almécija

Esto de la revelación fotográfica podría sonar a posverdad, no lo niego. Lo mismo debió pensar José Marcos López Álvarez, quien le sacó partido a unas fotos de manos para hablar de la “Posverdad orgásmica” e inventarse una historia sobre un experimento médico al que ha tenido acceso porque la “Sra. Amor” (sic) le ha pasado los negativos. Que nos pase también el teléfono de su dealer, porque esa mierda es buena, hermano.

Foto de José Marcos López Álvarez

Hablando de irse, el siguiente ejemplo es de Fernando Espiñeira y se titula “Cuando ella se va“. Si lo tuyo es la fotografía callejera, si vas haciendo fotos de gente sin saber por qué, si no te salen muy allá y por eso las pasas a blanco y negro y les metes aHDR, incluso tú tienes tu oportunidad. Espera a que te deje tu pareja, y cuenta con esas fotos lo que sientes cuando te abandonan. En su trabajo reza que “Ella te da la espalda. Sabes lo que significa. Comienza a caminar. Te está dejando. Tú apenas la ves ya. Ella se va…” y en las fotos se ve claramente.

Foto de Fernando Espiñeira

Y así podríamos estar hasta la eternidad, ilustrando con ejemplos lo que es sin duda la práctica de moda en la foto contemporánea. Si no recurres a la revelación fotográfica no tienes nada que hacer. No vayas a hacer como Javier Blanco Fernández, tirar 25€ a la basura con su trabajo “Embrujo” en el que salió a hacer fotos de Salamanca con el propósito, ya claro desde el principio, de “poner mi granito de arena y promocionar a través de estas imagines una ciudad que aún con tiempo desapacible no pierde su EMBRUJO“.

Foto de Javier Blanco Fernández

Queremos acabar este artículo aconsejando a Nexofoto que suba la cuota de participación del concurso para próximos años, porque 25€ es poco. Menos mal que ampliaron el plazo de presentación para ganar más pasta, queremos decir para tener más trabajos de calidad entre los que elegir, y al final se han presentado unos 400, lo cual apenas da para 10.000€. Entre pagar el premio de 2.000€ para el ganador, la producción de las exposiciones, pagar al jurado y demás gastos se van a quedar sin perricas para comprar el puñetero micrófono en condiciones con el cual se habría podido oír bien lo que dice la gente que sale en sus vídeos promocionales. Quizá el eco abrumador sea un recurso artístico, yo es que me pierdo con el nuevo lenguaje audiovisual. O quizá hay un mensaje oculto en la reverberación artística. Será eso.



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