Quantcast
Channel: Cienojetes
Viewing all articles
Browse latest Browse all 133

La fotografía por y para fotógrafos

$
0
0

Falta cultura visual. Es un mantra que los fotógrafos contemporáneos machacan sin cesar cuando ven una y otra vez cómo sus proyectos personales no tienen repercusión entre el público general. Cuentan que una vez hubo un tipo que no era fotógrafo y se llevó un fotolibro a casa, pero no hay testigos de que dicha barbaridad sucediera realmente.

Las películas no las compran necesariamente personas del mundo del cine, la música no la consumen principalmente los músicos, los videojuegos no son sólo un divertimento de programadores informáticos o diseñadores, los libros no los lee nadie, pero comprarlos no los compran sólo los escritores. Sin embargo, las obras fotográficas, sean libros o copias, son muy mayoritariamente un producto consumido por fotógrafos, incluso por canonistas.

Veamos algunas excepciones a esta regla anterior. En primer lugar, las exposiciones fotográficas, como las que ahora se pueden visitar en el marco de PHE 2016. ¿Acude gente? Sí. ¿Cuesta dinero entrar? En la mayoría no. ¿Se está fresquito dentro? Sí. ¿Hay cierta paz y sosiego en su interior? Mucha. ¿Compra mucha gente el catálogo o el libro asociado a la exposición? Ni Dios, pero pasan la tarde mientras pasan de las fotos.

 Instagram Photo

En segundo lugar, las fotos de Ikea. Sí, la de la cebra, el puente de Brooklyn, el puente de cuerdas de poco fiar, etc. ¿Se venden? Sí. ¿Mucho? A cascoporro ¿Parece que a la gente le importe que haya muchas personas con la misma foto en el salón? Lo mismo que les preocupa que haya muchas habitaciones con estanterías Billy o lámparas de globos de papel. ¿Cuestan mucho? 100€ como máximo, pero suelen ser más baratas.

El desaturado selectivo es una apuesta segura, aunque incomprensiblemente está muy denostado en la fotografía de autor. (Foto de Ikea)

En tercer lugar, las revistas del corazón, las cuales copan los primeros puestos de las más vendidas. Estaremos de acuerdo en que sus lectores no van buscando ensayos intelectuales en su interior, ni siquiera los que compran el Interviú, las pillan por las fotos. Más bien podríamos decir que les interesa saber si esta tiene más kilitos este verano, si a este se le ha visto con aquella, si van a salir descalzos mientras enseñan la casa. ¿Se venden? ¡Ya ves! ¿Son un producto eminentemente fotográfico? Creo que no hay duda ¿Son cultura? Las que incluyen recetas de cocina igual sí. ¿Cuánto cuestan? No sé, en la peluquería son gratuitas.

Y entonces otras preguntas salen solas. ¿Por qué no hay fotolibros en las salas de espera de las consultas de los dentistas? Por ejemplo un acuerdo de Phree con Vitaldent podría hacer de oro a Valbuena. ¿Por qué no hay un contrato entre Conforama y Ca l’Isidret para hacer pósteres con algunas imágenes de Plademunt? ¿Por qué no han salido las fotos del Rey Felipe VI de Julián Barón en el “¡Hola!”? Algo está haciendo mal esta generación del boom fotográfico nacional, no pueden o no quieren sacar provecho a su potencial.

img_7339

Encontrarte esto en el Norauto mientras esperas… (Foto de Gabriela Cendoya)

Porque, ¿realmente quieren llegar al gran público? Imagínate, intentar llegar a muchas más personas supondría un auténtico desbarajuste en las reglas que articulan la Real Sociedad Endogámica Fotográfica. Es jodido salir de esa zona de confort porque, no te engañes, por muy rompedor que parezca un trabajo siempre saldrá a la luz cuando el autor se haya garantizado que la tribu lo va a recibir con buenos ojos. Es decir, llegará al mundo sabiendo que gustará entre los fotógrafos, al menos entre los que parten el bacalao, por eso con una tirada de 100 ejemplares vas que andas.

Imaginemos, sin embargo, lo que supondría modificar el lenguaje fotográfico pretendidamente opaco de la mayoría de las publicaciones. En la comunicación entre emisor y receptor debe haber un código compartido para expresar el mensaje, y ahora mismo seguir siendo críptico, manejar las fototópicas con las que siempre quedarás bien entre los tuyos, es garantía de éxito entre la comunidad. Ir un paso más allá, ser algo más evidente, más cercano a lo que puede esperar el público general es una temeridad: puedes quedarte sin vender libros entre el populacho y además los tuyos te pueden tachar de comercial. No, no, mejor sigue con tus flashazos a arbustos y sin poner texto en el libro.

Otra de las situaciones que da repelús con solo pensarlo es exponer tu punto de vista a personas que no sean tus amigos. No hablo ya de la forma, sino del fondo del trabajo. Te puede pasar lo que a Sergio Aritméndiz cuando le publicaron en Yoko Ono una reseña de su fotolibro en plena campaña de croisanding, que le cayó de todo. Total, para unos cuantos amigos que iban a comprar el libro qué necesidad había de exponerse a los haters.

¿Y qué sería de los editores sin la falta de cultura visual del populacho? ¿A quién echarían la culpa de que no se vendan sus publicaciones si la gente fuera más culta? Ahora mismo siempre queda el consuelo de ser un incomprendido, que es mejor que no haber tenido éxito comercial o reconocer que emprendiste proyectos que eran económicamente inviables desde el comienzo.

Quizá detrás de todo esto esté precisamente la economía. El pueblo está por el gratis total y no van a soltar un euro por las fotos, exceptuando a los coleccionistas, pero esos no son pueblo llano, esos levitan. De hecho se podría generar una moneda alternativa de uso exclusivo entre los fotógrafos contemporáneos puesto que es un círculo cerrado de movimiento de capitales, una comunidad económica independiente. El colmo del mundo hipster, decir que el último fotolibro te ha costado 5 steidls.

En fin, a mí que todo esto me recuerda a ciertas dinastías monárquicas, que de tanta endogamia y tanto acto incestuoso ha ido dando lugar, con el paso de los años, a individuos más defectuosos. Quizá es que el pueblo es más de la república independiente de las fotos, vaya usted a saber.



Viewing all articles
Browse latest Browse all 133

Trending Articles