Atentos a estas tres situaciones:
1ª). El sábado fue el cumpleaños de mi amigo Ginesín. En los saraos de mis amigos, como soy el único con réflex y sin novia, siempre me piden que haga fotos. Estaba haciendo una de grupo cuando el camarero, parándose en seco a pesar de llevar la bandeja llena, me espetó, dándome un golpe seco en la espalda: “¡Con esa cámara ya harás buenas fotos…! ¿eh, pájaro?”. La foto salió movida.
2ª). El verano pasado, en un bella aldea montaraz, estaba componiendo una preciosa escena que tenía como motivo principal el agua en movimiento de la fontana de la plaza, cuando antes de disparar, un anciano lugareño me voceó: “¡Vaya maquinaria que llevas! Con eso ya te saldrán buenas fotos…”. Al girarme, trípode y cámara cayeron al suelo. La foto salió movida.
3ª). Hacía fotos en la boda de mi primo. Andaba ocupado en enfocar a la novia con mi 70-300, así que no la vi acercarse por detrás. Un segundo antes de apretar el obturador, una guapa invitada me susurró al oído: “Con ese aparato, ya harás buenas fotos…”. La foto salió movida.
Amigos, ya habréis caído en la cuenta de que en los tres anteriores momentos las fotos salieron mal por las circunstancias, que no venían dadas precisamente. La culpa no fue de la cámara.
Os vengo a decir esto porque hace unos días, unos cuantos ignorantes se burlaron injustamente de, nada más y nada menos, Tim Cook, el director ejecutivo de la compañía del pero mordío. Y todo porque le salió una foto algo borrosa con su iPhone 6.
¡Pero vamos a ver, almas de cántaro! ¿No os dáis cuenta de que la foto salió movida porque este hombre se iba al suelo? Seguramente, presa de la misma emoción con que saltó al cesped a celebrar la victoria de su equipo, el pobre tuvo un inoportuno tropezón que hizo que, sin querer, le diera al obturador en plena caída libre. Quién sabe si a raiz del consiguiente aterrizaje, con el golpe también se accionaran los mecanismos para compartir la imagen en Twitter. De nada le sirvió a Tim demostrar que el fallo en la foto no pudo deberse a un teléfono que cuesta más de 600 napos, sino que es atribuible a lo mismo que me pasó a mí: a aciagas circunstancias. Minutos después, una vez repuesto del tropezón, colgó otra fotografía de impecable factura. Pero la maldad ya se había desatado por las redes y le cayó la del pulpo por la foto borrosa. No es justo, para nada.

Las fotos de Tim, la del tropezón y la de después.
Pongo otro ejemplo. Si hacemos una búsqueda en Flickr podemos encontrar buenos fotógrafos que inteligentemente optan, como Tim, por la mejor tecnología pero que, debido a circunstancias externas para nada achacables a la cámara, han ejecutado fotos mejorables. Es lo que le ha ocurrido al usuario christo_74. Observad como en la primera imagen se nota que corría veloz en pos del avión y, claro, a pesar del estabilizador, salió la foto movida (y quizás también el higadillo). Sin embargo, cuando se paró y se relajó, pudo captar el reactor de forma impecable, ya que usaba un pepino f2,8 con una Canon Eos Mark III, un camarón. Podéis pinchar sobre las imágenes para verlas con todo detalle.
“¿Con esa cámara ya harás buenas fotos…?” Pues amigos: si me lo dicen todos, por algo será. “Con buena polla bien se folla”, dice el sabio refranero español. Y es que el tamaño (del sensor, del cuerpo, del pepino, etc.) importa, obviamente. Einsenstaedt se equivocaba (*), porque lo importante es la cámara.

El tamaño sí que importa.
Las fotos que hagas van a depender de las prestaciones de tu cámara. Y no te puedes permitir emplear una que esté desfasada. La obsolescencia programada, al contrario de lo que algunos dicen, es una bendición para el fotógrafo, oportunamente ideada por los ingenieros, ya que nos da la ocasión de actualizar nuestro equipo, de adquirir lo mejor del mercado.
Anticípate. No des lugar a que la obsolescencia te pille en calzones. Tampoco te dejes engañar por absurdas modas vintage que recurren a cámaras usadas. ¡No me seas obsoleto y compra la mejor cámara que puedas! Consulta rankings, comparativas, foros… Y escucha los consejos que haya en la red. Como los de este sabio y simpático amigo, que se nos antojan imprescindibles:
(*) Lo más importante no es la cámara, sino el ojo. (Alfred Eisenstaed).
